lunes, 31 de enero de 2011

Sople ininterrumpidamente hasta que yo le diga

Cada fin de semana es la misma historia, con diferentes actores. Hay que ver lo que cambia una persona con cierta cantidad de alcohol en sangre. Desinhibidos, lujuriosos, sin mascaras. O quiza con la mayor mascara de todas, la que obliga a hacer actos y adoptar posiciones ciertamente ridiculas, dejando al descubierto lo poco interesante que hay tras el halo de misterio de la sobriedad.

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